GRATITUD vs. TRIBUTO
¿Cómo marcan tu manera de vincularte con tu madre?
Existen infinidad de maneras de vivir los vínculos familiares que no son elegidos. Yo no elijo quién es mi madre así como tampoco elijo quién es mi hija.
Dentro de ellos el vínculo con la madre es considerado, dentro del psicoanálisis, especialmente importante. Y no se trata de ese mito que circula de que Freud “culpa” a la madre de todos los males — no nos deja de resultar paradójico que lo acusen de machista por esto cuando lo verdaderamente machista es la categórica expectativa de que una mujer sacrifique su vida entera por la maternidad, y que si no lo hace sea socialmente señalada. Cabe mencionar que en una maternidad deseada, si además hay un deseo de entregarse enteramente a la crianza, es sumamente válido. Desafortunadamente, en la actualidad esto se ha convertido también en motivo de culpa: muchas mujeres quieren dedicarse por completo a la crianza de sus hijxs y no pueden hacerlo por razones económicas o por mandatos de poder en relación a la crianza, la maternidad y su feminidad.
Creo que clarifica un poco nuestro objetivo si desde ya expresamos que la singularidad del deseo es un hallazgo propio. Que la batalla por desandar el andamiaje o ropaje cultural que nos impide en ocasiones rodear e intentar llegar al deseo motor (la puesta en acción), no es una batalla simple ni dada naturalmente. Hay que querer darla.
Una vez ubicado este punto podemos señalar que, como regla general, gran parte de nuestro devenir está forjado en los primeros años de vida donde las figuras cuidadoras son una factor de vida o muerte, literalmente.
En nuestras culturas patriarcales, las funciones de cuidado primario generalmente han sido cubiertas por la madre u otra figura sustituta, mayoritariamente, femenina.
Dicho esto, y retomando el asunto de “vida o muerte”, aquí nos queremos centrar en el tema de qué hacemos con las emociones “malas” que nos generan las madres o cuidadoras primarias.
Frases como “le debo la vida” o “ella lo ha dejado todo por mí” son enunciados que surcan nuestros mantras sociales, y se arraigan profundamente en el inconsciente colectivo.
¿Qué hacemos cuando NO sentimos ese amor incondicional? ¿Qué pasa con las madres que se dieron cuenta que no era su deseo sino un mandato? ¿Dónde se alojan las emociones de una hija que “recibió todo lo que tocaba”: comida, educación, etc., pero no recibió una mirada amorosa y habilitante?
Son muchos los conflictos que se pueden dar en este vínculo, pero aquí el acento estará en qué tipo de resoluciones encuentra nuestro sistema psicoemocional para resolver esta tensión.
Una muy común es que siendo adultas, guardamos bajo la alfombra el conflicto latente y nos repetimos el mantra incuestionable de que ante la madre se guarda respeto, compromiso, y responsabilidad por sus necesidades; les “devolvemos” los cuidados proporcionados sin reclamos y/o sin enfado. Pero la contraparte de quitar de vista ese conflicto es que lo transferimos a parejas o a nuestros propios hijos. Es a esto a lo que llamaremos tributo en este espacio.
A pesar de toda esta energía puesta en acción, nuestro dolor sigue allí, nuestro enfado por no ser vistas, por no haber recibido “alojo emocional” sigue pulsando, pero lo expresamos en relaciones laterales, es decir, parejas, amistades, etc. O directamente lo volcamos a la siguiente generación perpetuando así el tributo a esa madre que todo lo ha dado. No nos damos la posibilidad de vivir ciertas emociones hacia esa figura. Por la culpa de que ellas nos “han dado la vida”, por miedo a ser rechazadas y excluidas, e incluso por miedo a repetir lo heredado con nuestros propios hijxs. En otras ocasiones, al llegar nuestra maternidad, esta refuerza este legado al decirnos: “así me han criado y así criaré”, cuando sabemos consciente o inconscientemente que lo doloroso que pueden ser los efectos de repetir y perpetuar este legado. De modo que esta manera de “abordar nuestro dolor” es vivida como una constante batalla o tormenta emocional…
La gratitud, en cambio, es un mar calmo.
La gratitud es el reconocimiento de sus contradicciones y las propias. La gratitud expande los horizontes mucho más allá de la repetición o la evitación. Abre verdaderamente las puertas a una nueva forma de habitar las relaciones, de construir los vínculos de dependencia primaria y los vínculos de cuidado en general.
Por ejemplo, las parejas no dejan de ser personas que nos entregan su vulnerabilidad para ser cuidada.
Ya que sin apertura a la vulnerabilidad no hay verdadero vínculo. La diferencia es que un adulto se puede retirar, mientras que en la infancia dependemos y debemos permanecer.
Pero, ¿y si mi pareja también está rindiendo tributo en lugar de gratitud?
Es muy probable que sostengamos y repitamos lo aprendido. ¿Podrían estar, en esa necesidad de permanecer, la repetición o la búsqueda de reparación? Creemos que sí.
Muchas veces quedarnos en relaciones insatisfactorias es el tributo, repetir violencias es el tributo, creer que salir de ese círculo significa abandonar a mamá, o cargar la amenaza de que ella nos abandone. Seguimos permaneciendo emocionalmente, para no decir, con nuestra vida, que no estamos de acuerdo.
Es por eso que la revisión y la resignificación son herramientas tan poderosas.
Ahora bien, la gratitud no es un slogan, ni un deseo, ni mucho menos una moda o un decir.
La gratitud hunde sus raíces en un profundo reconocimiento del dolor propio y ajeno. De la comprensión real de que ese otro hizo lo mejor que entendió, pero no para ti. Aunque románticamente se piense que todas las madres hacen lo mejor por sus hijos, ella hizo lo mejor para sí. Como lo hace cualquier persona. ¡Y AHÍ!
Es ahí cuando la matrix se rompe y te liberas. Ella es cualquier persona. Una madre es una persona más. Tiene amores, desamores, intereses políticos o desinterés total. Tiene amigos, amantes, sueños rotos o realizados, mientras ejerce su maternidad.
La profunda comprensión de que no le debes ni te debe, es el pasaje a la adultez, a la individuación. Es cortar con la simbiosis prenatal y la culpa tributada…
… para que así, emerja algo nuevo.